EJEMPLOS DE TEXTOS ARGUMENTATIVOS
Aquí os dejo un par de ejemplos de
textos argumentativos para que toméis como referencia a la hora de elaborar el
vuestro. He destacado en negrita en cada uno de ellos aquellos rasgos lingüísticos propios de esta
forma de discurso (lo explicaremos en clase).
Propongo
los siguientes temas sobre los que reflexionar y escribir:
1. La obesidad infantil
2. La importancia de la tecnología
3. La igualdad y la desigualdad social
4. El cine, el teatro o la televisión
5. ¿Ciencias o letras?
6. La salud y el deporte
Tened en cuenta que solo son asuntos
sobre los que trata un texto, vosotros debéis formar vuestra opinión a partir
de ellos, creando así una tesis que
defender y apoyándoos en argumentos
sólidos y bien organizados a lo
largo del texto (podéis utilizarlos de diferente tipo: experiencia personal,
cita de autoridad, tópico, etc.). Elegid para ello la estructura que queráis (deductiva, inductiva, circular), pero
siempre cerrando el texto con una conclusión.
TEXTO 1
El teatro
tiene la resistencia medular de las cosas elementales, de las formas tan
depuradas por el tiempo y el uso de las generaciones que ya nos parecen más cerca de la naturaleza
o de la vida orgánica que de la invención humana: la forma de un cuenco que
imita el gesto de las dos manos cóncavas y unidas para recoger el agua, la
forma de una mesa, de una ventana, de una azada, de un libro. El teatro puede
desplegarse en colosales artificios
técnicos, en la maquinaria de una comedia musical de Broadway en la que hay
helicópteros y gente que vuela y templos que se hunden, y puede convertirse en
una expresión oceánica de multitudes en medio de las calles, como en aquellos
espectáculos que organizaban los directores de vanguardia soviéticos en los
años veinte para representar y celebrar los acontecimientos de la revolución.
Pero su grandeza, el secreto de su duración, está en que se le puede despojar casi
de todo sin que se modifique ni pierda nada de su capacidad de hipnotismo: al teatro le bastan un espacio desnudo y
una presencia humana para suceder con una intensidad incomparable, para establecer a unos pasos de distancia de los
espectadores su irrealidad inventada e imantarlos a la vez con el misterio cotidiano de la pura realidad.
TEXTO 2
La televisión ha sido considerada
la gran adversaria del sistema de valores democrático, en general, y del
sistema educativo, en particular. La
satanización de la televisión como espectáculo de masas, así como su
carácter instrumental presuntamente exento de categorías estéticas, la ha
situado como el opuesto pedagógico perfecto de la institución escolar.
Son frecuentes los titulares
periodísticos que oponen las horas que los niños y jóvenes pasan delante de
televisor con las dedicadas al estudio, como
si nos encontrásemos ante un juego de suma cero entre la televisión y la
escuela. Y es que la televisión recibe el desprecio y la animadversión del
gremio intelectual con argumentos similares a los que en su momento promovieron
el ninguneo del cine: alienación, superficialidad, canalización.
La televisión emite basura, es cierto. Pero también se publican libros-basura. Una porción no despreciable
de las películas estrenadas es infumable.
De la música pop, rock o rap, mejor ni
hablar. Por otro lado, la
televisión permite ver y escuchar entrevistas a grandes filósofos y científicos
o aprender con míticos documentales sobre los que todo el mundo ha oído hablar
aunque casi nadie ha visto nunca. También permite el disfrute de grandes
acontecimientos deportivos, sensibilizar a la ciudadanía ante tragedias y
catástrofes o conocer, a través de los documentales, mundos lejanos,
comportamientos animales, culturas antitéticas de la nuestra.
Por todo ello, y frente a grandes pensadores como Hugghes o Popper
que han considerado que la televisión constituye uno de los peligros internos
más poderosos de nuestras democracias, considero
que, por el contrario, constituye una gran oportunidad de la educación
democrática de la ciudadanía, siempre y
cuando se utilice como propuesta de debate y no como herramienta para el
adoctrinamiento. ¿Es realmente la
televisión tan perjudicial para la ciudadanía? Los usos periodísticos más
vulgares se centran en los programas escandalosos mientras que silencian
aquellos que podrían ser aprovechados como un complemento de la educación en
valores. Aunque también es cierto que
determinados programas son muy bien considerados por la crítica más seria. Me
estoy refiriendo a series de televisión como Los Simpson, CSI Las Vegas,
Frasier 24, Los Soprano o Camera café.
Porque, y no deberíamos olvidar nunca esto, la cuestión no es leer o no leer,
ver la tele o no verla, hacer deporte o no hacerlo, ser o no ser. La clave reside en la dosificación,
tanto en cantidad como en calidad, de cada actividad. Como nos mostraron
Shakespeare y Cervantes, y ya había advertido Platón, la lectura puede ser tan idiotizante, alienante y provocar tanto
«autismo» como dosis masivas de Play Station. Así que en vez de caer en el
juego fácil de la jeremiada* antitelevisiva y de rasgarnos las vestiduras* por
la irresistible atracción que lo audiovisual ejerce sobre los jóvenes, deberíamos empezar a hacer una
propedéutica* televisiva encaminada a un uso libre, responsable e inteligente
de la misma. No es cierto que sea
una caja tonta, como
superficialmente se la ha calificado, sino que podemos hacer un uso estúpido de ella.
Por el contrario, la televisión constituye una gran oportunidad de educación
visual, y forma parte del deber de los padres y del profesorado enseñar su uso
creativo, incluso integrando la programación televisiva dentro del currículo de
las diversas asignaturas, como muy recientemente se está empezando a hacer con
el cine.
Frente a la tesis dominante en el
ámbito académico de que el cine y la televisión constituyen incluso un peligro
para la democracia y un contrincante para la institución educativa, creo que deberíamos reconsiderar la
instrumentalización de los medios audiovisuales, empleándolos como laboratorios
de experimentación virtual.
VOCABULARIO:
- Jeremiada: lamentación
exagerada de dolor.
- Rasgarse las vestiduras:
escandalizarse, mostrar indignación.
- Propedéutico: enseñanza
preparatoria para una disciplina.